Nintendo Labo: construir y jugar
Nintendo ha anunciado el próximo lanzamiento de Nintendo Labo, un kit que amplía las maneras en que se puede jugar con su popular consola portátil Nintendo Switch. Diseñada en base a tres elementos (la pantalla con el procesador y dos mandos que se enganchan a ambos lados), Switch se ha concebido ya como un dispositivo modular, que permite emplear los mandos de diferentes maneras, por ejemplo como controladores individuales que permiten interactuar con el videojuego por medio de movimientos del brazo o la mano, algo que ya introdujo la empresa hace doce años con la consola Wii. Al igual que otros sistemas de entretenimiento, Switch cuenta con diversos accesorios de plástico (por ejemplo, un volante) para facilitar diversas formas de juego. La novedad que introduce Labo es que los accesorios debe construirlos el propio usuario a partir de una serie de planchas de cartón en las que las piezas de cada elemento vienen listas para montar, sin necesidad de tijeras o pegamento.
Nintendo lanza este nuevo producto con dos kits, uno de los cuales (Variety Kit) incluye 5 juegos diferentes, mientras el otro (Robot Kit) permite construir un artefacto que un niño puede llevar para controlar con sus movimientos un robot en un videojuego. Además de las piezas de cartón, cada kit incluye software específico diseñado para los juegos que se pueden crear con dichas piezas, lo cual en parte justifica el precio de venta (entre 56 y 65€) y además completa la experiencia del usuario, ofreciendo unos contenidos interactivos pensados para cada uno de los elementos que se pueden construir. Así, por ejemplo, el Variety Kit incluye todos los elementos para construir dos coches de carreras, una caña de pescar, una casa, una moto y un piano, empleando piezas de cartón, cuerdas, elásticos, esponjas y adhesivos reflectantes. Como se puede observar en el vídeo, es preciso montar cada elemento siguiendo unas precisas instrucciones que se ofrecen en la pantalla de la consola, una vez instalado el software correspondiente. Una vez ensambladas las piezas, la pantalla y los controladores se insertan en los huecos asignados para hacer posible la interacción por medio del artefacto de cartón. En este punto, el software de Nintendo Labo aprovecha los sensores de los controladores (que incluyen una cámara capaz de detectar la forma, posición y movimiento de cualquier objeto) para lograr que, por ejemplo, al apretar una tecla del piano de cartón suene una nota. Los cartones vienen impresos en un sólo color, lo cual abarata los costes para la empresa y a la vez sirve para ofrecer la posibilidad de personalizar los juguetes pintando los cartones o decorándolos con pegatinas (para esto último, Nintendo también comercializa un kit de personalización).
La apuesta de Nintendo claramente busca atraer a niños y padres con la promesa de algo que es más que mero entretenimiento, un juguete educativo a la manera de los que se han ido desarrollando estos últimos años para enseñar a los niños a programar. El uso de cartón, la estética hazlo-tú-mismo y el propio nombre del producto llevan a pensar en creatividad, experimentación e innovación, si bien no deja de tratarse de un juguete diseñado para una función muy concreta y que no deja espacio a la improvisación: el niño crea su juguete, sin duda, y al hacerlo aprende cómo funciona, pero también lo hace siguiendo unas instrucciones precisas para finalmente jugar a un único juego con el artefacto que ha ensamblado (no inventado o creado). Incluso la personalización de la estructura de cartón puede verse limitada a los elementos que comercializa la empresa. En este sentido, Nintendo Lab es muy parecido a la impresora 3D ThingMaker, anunciada por Mattel hace dos años y aún no comercializada, que servía para imprimir juguetes a partir de un catálogo facilitado por la empresa. En ambos casos, se ofrece una posibilidad de “crear” que en realidad se ve limitada a producir o ensamblar a partir de unos modelos concretos. Los juguetes que se crean con Nintendo Lab, además, resultan más frágiles puesto que están hechos con cartón e hilos, lo cual les augura una vida útil reducida en manos de los más pequeños y si bien se trata de materiales que se pueden reemplazar a bajo coste, es probable que el resultado final sea una línea de juguetes que al cabo de poco tiempo se tirarán para comprar otros nuevos.
Un aspecto positivo de este producto es que muestra las maneras en que se pueden emplear los sensores de los dispositivos, pudiendo inspirar así otros usos. Con todo, el resultado final de la interacción viene siempre mediado por lo que se muestra en la pantalla de la consola, lo cual está controlado por el software propiedad de Nintendo. Incluso si la empresa facilita una herramienta de creación de nuevos juegos, como parece sugerir en su sitio web, la creación y experimentación vuelve a limitarse al circuito cerrado creado por Nintendo. Labo no es, por tanto, un laboratorio si no más bien una cadena de producción en la que el propio consumidor es quien ocupa el último eslabón, ensamblando el producto para poder disfrutarlo.